domingo, 14 de febrero de 2010

Qué fue de la Impresión Bajo Demanda

Recuerdo que en otro tiempo cuando los editores hablábamos de edición digital en realidad nos estábamos refiriendo a la denominada Print On Demand (POD) o Impresión Bajo Demanda (IBD). El tiempo ha puesto las cosas en su sitio y ahora simplemente nos referimos a ella como impresión digital. No obstante, sigo creyendo que tienen muchas cosas en común.
El salto a la verdadera edición digital o, mejor dicho, a la edición de libros digitales ha hecho que la IBD parezca haber pasado a mejor vida. Pero, ¿en qué consiste? En realidad no es más que un procedimiento de impresión alternativo al offset que permite imprimir los libros en pequeñas tiradas o, incluso, ejemplar a ejemplar, cuya comercialización y venta estaba pensada en origen a través de los mismos canales del libro pretecnológico. En el ámbito español, empresas como Publidisa ofrecen servicios de impresión digital, así como un servicio integral de gestión editorial on line.

Una de las facetas menos conocidas de la IBD es que también permite almacenar digitalmente los textos durante un tiempo ilimitado e irlos modificando a conveniencia del editor. Y éste es el punto donde intersecciona con la verdadera edición digital. Los editores solemos tener una mirada de miope. Una vez que el libro está en la calle no nos planteamos su reutilización. Pero en un mundo y una sociedad que cambia con rapidez, debemos tener la suficiente cintura para adaptarnos a la nueva realidad. El mercado demanda velocidad y nuestra propiedad intelectual, nuestro motor, solamente tendrá valor en la medida que tengamos herramientas para hacer nuestros contenidos disponibles y poder transformarlos en aquel formato que necesitemos en cada momento. Gracias a la IBD es posible dar salida a aquellos títulos agotados cuya demanda es insuficiente para hacer una tirada siquiera mediana, o para la recuperación de los descatalogados que siguen teniendo una demanda baja pero constante a lo largo de los años.

El tipo de edición más susceptible de beneficiarse de la IBD y de la edición de libros digitales es la de libros científicos y universitarios. El informe Global Entertainment and Media Outlook 2009-2013, elaborado por la consultora PricewaterhouseCoopers, pone de manifiesto el crecimiento del consumo de libros educativos y, especialmente, de libros de texto universitario debido, fundamentalmente, a las limitadas oportunidades de empleo como consecuencia de la débil situación económica actual.
La otra vertiente de la IBD es la denominada autoedición, es decir, esos libros de autores que más que un público de masas buscan la satisfacción personal y están dispuestos a pagar por ello. De aquí el protagonismo de nuevos servicios de edición como Lulu o Bubok, o incluso nuevos formatos electrónicos como Scribd que permiten al lector acceder a obras que bien por razones de mercado o por una simple política editorial han desaparecido de las librerías.
He aquí unos cuantos avisos para navegantes. Si las editoriales no comenzamos a ofrecer acceso a los títulos de nuestros catálogos de manera sencilla, ya sea a través de la impresión o de la edición digital, una vez que los consumidores se acostumbren a fotocopiar o a no pagar por lo que leen, ya no habrá vuelta atrás.

3 comentarios:

John Maher dijo...

A mi parecer hay un elemento clave de la auténtica IBD al que no se le presta suficiente atención. Lo que distingue la auténtica IBD de la impresión digital en si es que en la IBD la "D" (de demanda) lo origina el comprador final y no la editorial. Es decir el comprador pide o compra un libro en una librería física o de internet y ese pedido se transmite automáticamente a la imprenta digital donde se fabrica el libro para su envío inmediato al comprador o punto de venta, según el caso. Además de imprimir conlleva la incorporación de la metadata (información bibliográfica) al mercado. Se trata no solamente de producción sino también de comercialización a través de los canales convencionales del sector del libro.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón. El problema es que, al menos en España, todo lo arreglamos llorando. Los editores nos quejamos de que las ventas bajan pero no nos preocupamos de buscar una segunda oportunidad para los títulos de nuestro catálogo que están en backlist. Mientras, los libreros no paran de lamentarse por la aparición de nuevos medios de distribución, pero tampoco hacen nada para consolidar el suyo. En fin, nada nuevo.

José Cruz Rodríguez dijo...

Tienes toda la razón. El problema es que, al menos en España, todo lo arreglamos llorando. Los editores nos quejamos de que las ventas bajan pero no nos preocupamos de buscar una segunda oportunidad para los títulos de nuestro catálogo que están en backlist. Mientras, los libreros no paran de lamentarse por la aparición de nuevos medios de distribución, pero tampoco hacen nada para consolidar el suyo. En fin, nada nuevo.

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