En 1965 Gordon Earl Moore, cofundador de Intel, estableció la denominada ley que lleva su nombre. Dicha ley, de base eminentemente empírica, afirmaba que el número de transistores incorporados en un chip se duplicaría anualmente. La consecuencia directa del enunciado es que cada año se produce una mejora del producto con una importante reducción de su coste. Esto, como todos bien sabemos, lleva implícito una bajada de precios al tiempo que las prestaciones suben.
Si aplicamos la Ley de Moore al entorno de la edición electrónica, es evidente que a medida que los e-readers se popularicen el canal digital se beneficiará del postulado, gracias a las denominadas curvas de aprendizaje. Dentro de este contexto, sin ningún lugar a dudas, la tecnología digital será cada vez más atractiva que los libros impresos. Ante esta nueva realidad, ¿cómo van a responder las editoriales a un canal de distribución mucho más barato y con una capacidad de respuesta que se duplicará cada año? ¿Será el precio de los e-books más barato que el de los libros pretecnológicos? Me temo que “va a ser muy difícil que los libros impresos se mantengan en un estado de coexistencia pacífica durante mucho tiempo.” (Adam Hodgkin). Sobre todo cuando la respuesta por parte de las editoriales es proteger las librerías manteniendo la denominada cadena tradicional del libro (autor, editor, distribuidor y librero). Una vez más el sector editorial se dedica a tocar rock & roll con violines.
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